3.1.09

De estreno"

No, no estoy estrenando ropa, ni trabajo (me basta con conservar el que tengo), ni novio (mismo deseo que con el trabajo). Hoy estreno post. Y eso que no voy a hablar de nada nuevo, ni a revolucionar el blog ni nada de eso. Lo que pasa es que no estoy escribiendo desde el ordenador de siempre. Que en realidad tampoco es una novedad, porque una vez escribí desde Nueva York, con un teclado que no tenía eñes, y otra vez escribí un post cortito en el trabajo.

Pero es la primera vez que escribo con un ordenador en las rodillas, sentada en la cama, calentita y con Salsa a mis pies, mirándome y escuchando atentamente los ruiditos del teclado. También es la primera vez que escribo en openoffice, y la primera vez que lo hago en un ordenador con linux.

No es que esto sea muy interesante (aunque a mí me guste mucho mirar a Salsa mientras ella escucha el repiqueteo de las teclas y me observa atentamente), pero para mí supone un mundo de posibilidades, que igual luego no aprovecho, pero que ahora se me antojan la mar de prometedoras.

Porque a veces, en esos minutos interminables en el metro, esos minutos que me roban a mano armada los de la Comunidad de Madrid, mintiendo como bellacos vendiendo que el nuestro es el metro que todos quisieran tener cuando es un metro lento e ineficiente en la mayoría de las líneas, se me ocurren muchas cosas que contar, que siempre creo que voy a recordar más tarde, o incluso que apunto, pero que se diluyen en las largas jornadas laborales, en el cansancio nocturno, en los quehaceres sentimentales, en las tentaciones del disco duro multimedia, y al final se quedan ahí, en un trocito de papel, en una esquina del “20 minutos”, en la parte de atrás de un ticket, o en una Moleskine. No soy yo demasiado voluntariosa, así que una vez pasado el primer impulso, en el que parece que voy a escribir un post en cinco minutos, las ideas se quedan cogiendo polvo, arrugándose en el bolso o en un hueco inútil de mi cerebro.

Ahora tengo la intención de no dejar escapar las ideas, de contar las cosas divertidas, y de no permitir bajo ningún concepto que se pasen los cabreos, porque los españoles somos muy de calentón, y luego olvidamos rápido. No señor. Muchos rebotes, cabreos, mosqueos, globos, emputes (idioma canario), o enfados merecen ser relatados. Como el día en que Mónica perdió los nervios con un revisor de la RENFE que se ve que piensa que Atocha es su cortijo (pero esa historia es tan buena que yo creo que se merece un post), o como el día que yo me encabroné en la Sala heineken porque me tuvieron 50 minutos esperando para coger el abrigo del guardarropa y les rellené una hoja de reclamaciones, o como esas veces en que yo no hago más que resoplar malhumorada mientras veo que el metro se va muriendo de estación en estación y el reloj corre hacia la hora en que se me va el autobús y tengo que pagar 10 euros de taxi porque a los señores de Metro de Madrid no les da mucha vergüenza decir que el próximo tren llegará en 7 minutos en plena hora punta a las 08:00 de la mañana.

Y todo gracias a este juguetito que me he agenciado.



Un juguetito que apenas pesa un kilo y que me sacará de apuros si mi viejo PC de sobremesa decide un día darme un disgusto, y que, de paso, me servirá para que Goiete no me salga con un “ya te lo dije” en plan madre.

Cuando yo era pequeña, uno estrenaba muy pocas veces al año: quizá el día de Reyes, al día siguiente de tu cumpleaños, y el domingo de Ramos. Todos los domingos de Ramos mi madre me daba algo para estrenar; nada muy ostentoso, solían ser unas bragas o unos calcetines de perlé que ella tejía a cinco agujas, una técnica que jamás conseguí aprender. Ahora esos ojios que se le achinan y se le quedan pequeñitos cuando sonríen, le dan más disgustos que alegrías, y le cuesta sentarse a tejer.

Así que ya nunca estreno en Domingo de Ramos, a pesar de que mi madre siempre me advertía: “Domingo de Ramos, quien no estrena no tiene manos”. Igual el refrán tiene algo de razón, aunque, más que no tener manos, es que soy manirrota, y estreno más de lo que debiera durante todo el año.

Ahora, además de este juguetito, y sin tener que pagar nada, me llega un año a estrenar, y como con el juguetito, tengo muchas expectativas para él. Veremos si este juguetito me sale tan bueno como mi viejo ordenador de sobremesa, y si este año, que me llega de gratis, me deja seguir estrenando cosas. Por lo menos unas bragas de H&M el próximo Domingo de Ramos, aunque no sean de perlé ni tengan lacitos rosas a los lados.