22.12.06

Respondiendo a la provocación

No me gustan las cadenas de internet, y siempre se suelen romper cuando llegan a mi dirección de correo. En el fondo, y aunque yo siempre digo que soy muy normal, me molesta sentirme parte de la masa. Pero me lo pide el paseante, y lo hace a modo de espoleo, para que espabile y vuelva a este blog huérfano de historias desde que en Septiembre me decidiera a contar mi viaje a NY. Quizá porque no puedo olvidarme de esos diez días, quizá porque sueño continuamente con volver, quizá porque cuando cuento a alguien que estuve allí se me encienden los ojos y me dan ganas de llorar… quizá por todo eso no fui capaz de seguir escribiendo. Pero el paseante me pide que vuelva y yo vuelvo, primero porque soy obediente, y el paseante tiene ese aura de profesor de BUP del que te enamoraste y del que seguías cualquier consejo, y porque en el fondo yo misma sé que adoraba escribir aquí, a pesar de todas las noches que me he quedado mirando la pantalla, leyendo antiguos posts y tratando de averiguar qué quedaba en mí de aquella Silvia que escribía de forma incontenible en enero. Sin saber cómo, me he visto incapaz de verter una sola letra, por más que mil ideas me bulleran en la cabeza. En estos meses he querido hablar de muchas cosas: de un día de septiembre en el parque Warner, donde mis carcajadas subían y bajaban tras los raíles de las montañas rusas, del magnífico concierto de Bruce Springsteen en Las Ventas, de lo difícil que se hace vivir en Madrid, de lo maleducada que es la gente, de la llegada de un nuevo año a mi vida, de mi tristeza infinita, de mi alegría infinita, de los jueves de cañitas zombies, el mejor invento del mundo, y sobre todo de amor. De amor que viene y de amor que se va, como sube y baja una montaña rusa en un día de septiembre en el Parque Warner. Pero sólo me quedaban fuerzas para mirar la pantalla y leer (poco) el trabajo de los demás en otros blogs.

Pero el paseante me desafía, y yo respondo. Cuenta en su blog que otra amiga le ha retado a seguir una de esas cadenas, que consiste en (lo voy a copiar, Joan, soy muy vaga y no me explico bien, lo siento) lo siguiente: “tomar el primer libro que tengas a la derecha de la librería, que recorras sus páginas hasta alcanzar la 123, que busques la quinta línea y que copies el párrafo siguiente.”

Miro a la derecha de mi mesa, donde comienza la hilera de estanterías llena de libros. Hay varias baldas, por lo que hay varios libros que superan esas 123 páginas. En una de ellas está el No logo, de Naomi Klein, un tochazo antiglobalización que se hizo muy famoso hace unos años, en otra Mis inmortales del cine, esa serie que hizo Terenci Moix en el que lo más maravilloso (perdón, sr. Moix, esté donde esté) eran las fotos de estudio de las grandes estrellas de los años cuarenta. Finalmente decido coger el que está primero en la balda que queda a la altura normal de mi brazo.

Es Harry Potter y la piedra filosofal, el primero de los seis libros de la famosa serie de J.K Rowling. Me voy a la 123, busco la quinta línea, y esto es lo que me encuentro:

“O, al menos así era hasta que apareció una noticia en la sala común de Gryffindor, que los hizo protestar a todos. Las lecciones de vuelo comenzarían el jueves… y Griffindor y Slytherin aprenderían juntos.

-Perfecto– dijo en tono sombrío Harry-. Justo lo que siempre he deseado. Hacer el ridículo sobre una escoba delante de Malfoy.

Deseaba aprender a volar más que ninguna otra cosa.

-No sabes aún si vas a hacer un papelón-dijo razonablemente Ron-. De todos modos, sé que Malfoy siempre habla de lo bueno que es en quidditch, pero seguro que es pura palabrería.”

No es le mejor párrafo del libro, desde luego, así que deberán confiar en mí si les digo que cada novela es realmente buena, que te engancha de principio a fin y que es un clásico inmediato.

El caso es que ahora, y después de copiar todo, me doy cuenta de que antes de la estantería, había otro libro que me he saltado. Al lado del teclado, enterrado bajo papeles, pendientes, kleenex, un sobre de antigripal, un cd virgen y una diadema está Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades, de Harold Bloom. Me lo regaló Roberto, uno de mis mejores amigos, y es un regalo muy especial. Yo cumplí años el 14 de noviembre, y Sara, una amiga común, el 15. Puesto que Roberto los cumple el 7 (es el siete, no?), decidimos hacer una fiesta conjunta, en la que las chicas recibimos dos estupendos regalos. El libro de Bloom y uno de Vila-Matas. Yo elegí el de Bloom y Sara el de Vila-Matas, y al abrirlos nos encontramos la sorpresa. ¡Ambos estaban dedicados por sus autores! De una forma misteriosa, sugerente y práctica. Dado que yo me llamo Silvia y mi amiga Sara, ambos están dedicados a S, dejando así que cada pudiera escoger regalo. Claro que, por más que la dedicatoria de Vila-Matas pueda estar bien, la mía tiene un sonoro y exótico “Mazel tov”. Veamos que hay en la página 123 (son 694) tras la quinta línea:

“No hay duda de que estoy en el buen camino”, pensaba Keawe. “Esos trajes nuevos y esos coches son otros tantos regalos del demonio de la botella, y esos rostros satisfechos son los rostros de personas que han conseguido lo que deseaban y han podido librarse después de ese maldito recipiente. Cuando vea mejillas sin color y oiga suspiros sabré que estoy cerca de la botella.”

Corresponde a un relato de Robert Louis Stevenson, “El diablo de la botella”, uno de los muchos que Bloom incorpora en este tochazo que sólo podré leer en casa por causa del peso, en esa butaca naranja del Ikea que he colocado frente al ventanal de mi salón, y donde los fines de semana, y tras empujar a Salsa para que la deje libre, y con las gafas de sol puestas para no quedarme ciega, dejo pasar las hojas deseando que el sol se quede siempre calentando mi cuerpo destemplado del invierno.

6 comentarios:

el paseante dijo...

Mira, el profesor de BUP se levanta y aplaude. Tu mejor texto, sin duda. Como dejes de escribir te suspendo en junio.

Anónimo dijo...

A mi no me gustan estas fobias vuestras al invierno, pero cuando la tipeja esta se pone a concatenar lo hace realmente bien, y es un enorme placer leerla. A ver cuanto le dura, a ver... :D

Anónimo dijo...

Bieen ahí, posteando otra vez. Que no decaiga ahora, ¿eh?.

Si no sabes de qué hacer el siguiente post, coge el décimo CD de tu estantería y copia el estribillo de la tercera canción... o algo así.

serguei dijo...

es que la S es una gran letra! el libro de bloom tiene una pinta estupenda, de sofá orejero, café caliente y dejar que los poros vayan absorbiendo

Anónimo dijo...

Que placer disfrutar nuevamente de tus textos, aunque sea a base de desafios.

Y aunque no sea Rufus, lo celebro con una canción, a ver si conseguimos que la pluma mantenga la tinta:

Mi vida es una montaña rusa
Si llego hasta arriba toco la luna
Toda mi fortuna se cuenta en sonrisas
La felicidad me corre tanta prisa

Mi vida es una montaña rusa
Si caigo en picado se me hincha la blusa
Por la boca pierdo todo el valor
Confundo el vértigo con el amor

Atrape usted por favor mi pensamiento
Se me escapa siempre cuando sale el viento
Deja que me coma todos mis lamentos
Los cocino y pronto encuentro el remedio

Mi vida es una montaña rusa
Y en este momento son todo curvas
Si nos estrellamos no tengo la culpa
Prefiero pensar que es todo una burla

Mi vida es una montaña rusa
Girando y girando me siento confusa
Tantas emociones ya estoy en la cima
Mirando al abismo me siento una diva

Atrape usted por favor mi pensamiento
Se me escapa siempre cuando sale el viento
Deja que me coma todos mis lamentos
Los cocino y pronto encuentro el remedio

amulet88 dijo...

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