30.1.06

Peticiones del oyente

Los últimos posts han causado una tremenda reacción en cadena: Amigos, familiares y transeúntes me piden que les saque en el blog. Lo normal sería cumplir sus deseos, para seguir siendo la niña bonita y para que me quieran más, que, como ya dije, es el objetivo de este blog.

Lo que pasa es que me temo lo peor. Los retratados en los posts empezarán a contar las líneas que utilizo para hablar de ellos, a comparar los adjetivos con que les defino respecto de otros, y a lo peor acabo por crearme enemistades y por sembrar rencores entre mis amigos.

No es fácil complacer a todo el mundo. Mi cuñada me ha prohibido que hable de ella, bajo amenaza de denuncia, (anda, anda, si me quieres como a una hija mayor), mi madre pide informes a mi hermana sobre lo que voy diciendo de ella (mucho menos de lo que te mereces, eso seguro), y algún noctámbulo con el que comparto charla me pregunta sobre las inclinaciones sentimentales de los chicharreros.

Así no es de extrañar que tenga otra vez el ojo rojo, porque esto es un sinvivir.

A este paso, también mi gata acabará pidiéndome salir en el blog, poniéndose de uñas conmigo si no le doy un protagonista.

Claro que ella bastante tiene con pedir comida, que cualquiera diría que la quiero dejar como Maribel Verdú, que la ví ayer en los Goya y calculo que debe pesar lo menos 20 kilos menos que hace... pues eso, veinte años.

Hablando de los Goya, ayer me senté a ver la entrega a las 22.00 y acabé a las 02.20. Tenía pensado escribir un post sobre los premios, los premiados y la ceremonia. Pero no sé si será lo más sensato, dada el (mal) sabor de boca que me dejaron.

Voy a probar con los tranquilizantes y esta noche ya veremos...

29.1.06

Desde Tenerife con amor…

… me llaman mis dos amigos chicharreros. Lo primero que me dicen es que soy gafe, porque se les ha ido la luz y encima hay unos vientos de mil demonios. Ya ves tú, ¡Como que nos les han pasado cosas en estos últimos meses! De hecho, cuando yo vivía en las “afortunadas”, aquello era un paraíso (bueno, bien es cierto que descubrí que eso del buen tiempo en Canarias es un mito, pero vamos, no pasaba nada de esto).

La verdad, qué pusilánimes son estos chicos. Les caen unas lluvias de nada y se les cae media isla, a algunos encima de un coche, se encienden un piti y queman un edificio del XVII. En fin…

Protagonizamos una escena de lo más romántico; ellos dos hablan conmigo en un bar a la luz de las velas, y yo con ellos mucho más confortablemente desde la cama, (no, guarretes, no penséis mal, es que el móvil estaba sin batería y es en la mesilla donde lo pongo a cargar).

Les interrogo sobre si piensan cumplir la promesa de venir a verme. De hecho, creo que es por eso por lo que han quedado. Sí, bueno, seré gafe, pero consigo unir amigos que de otra manera andan siempre jugando al gato y el ratón y dándose mutuamente plantones. Claro que luego se encuentran y mírales, como si hubieran hecho la comunión juntos.

Mis amigos chicharreros tienen una extraña conexión conmigo. Ambos me mandan extraños mensajes de texto con el móvil, siempre con provocaciones varias. Algunos ejemplos:

CHICHARRERO1: ¡Hetera!
CHICHARRERO2: ¿Dónde estás? Hace días que no me llamas feo…

Esto cuando no me llaman a las 08.00 (a.m, por supuesto) para despertarme. Claro, que eso me extraña menos, puesto que ambos tienen también la costumbre de soñar conmigo. ¿Soy, acaso, la protagonista de sus sueños lúbricos? ¿Les provoco poluciones nocturnas? ¿Soy la chica de sus sueños? Bueno, esto tercero puede que sí (en realidad soy la chica de los sueños de cualquiera, pero ninguno lo sabe (aún)), pero la respuesta a las otras dos preguntas es “no”.

Chicharrero1 soñó el jueves por la noche que iba a verle a su islita, que me quedaba en su casa y que otro colega tinerfeño se escondía porque no quería verme. ¡Madre mía, qué le habrá contado al otro pobre para que se esconda de mí! Curiosamente, Chicharrero2 no parecía en ese sueño. (Chicharrero1 quiere a chicharrero2 para él solo, pero no quiere aceptar que Chicharrero2 es (fuertemente) heterosexual, y que aparte de ese momento romántico a la luz de las velas, no pasará nunca de amor platónico)

Chicharrero2 me recuerda que él también soñó conmigo hace unos meses. En su sueño, yo era una mujer virtuosa, buena, en paz con el mundo. Vamos, lo que soy yo, si salvamos un pequeño detalle: era una monja. Afortunadamente, sé poco de Freud, porque estoy segura de que esto no significa nada bueno.

Al final, después de tanta charla me prometen que seguirán la cumbre y me confirmarán si hay fumata blanca en torno a la visita, y de paso me piden que les saque en el blog. Vamos, que no soy monja, pero tengo el cielo ganado.

Y digo yo, ¿no sería un disfraz de monja? Con esa tradición carnavalera fuertemente arraigada en los tinerfeños me creo cualquier cosa.

Que la verdad es que he probado y a la vista está. ¡De monja también estoy estupenda, y modernísima, además!

¿Seguro que no acababa colgando los hábitos como Julie Andrews en Sonrisas y Lágrimas? Se lo tengo que preguntar a Chicharrero2.

25.1.06

Rock del norte

Hoy he tenido una sesión de rock norteño. Primero del norte de América, y después del norte de Europa. Durante esta noche de concierto, además de cantar, bailar, y luchar contra los altos que, indefectiblemente siempre me tocan delante (yo sostengo que tienen la vida muy fácil y que deberían pagar más impuestos), mi compañero de concierto y yo nos preguntábamos de qué forma se debía aplicar la nueva ley de espacios sin humo en un concierto. ¿Colocas a los fumadores a un lado y a los no fumadores en otro? ¿Puede quejarse el cantante, ya que al fin y al cabo él está trabajando? No sé cómo será la legislación, pero visto lo visto creo que Elena Salgado ha establecido que en los conciertos sólo se pueden fumar petas, a juzgar por lo visto, y sobre todo por lo olido.

Los Sloan, ( http://www.sloanmusic.com/home/ ) canadienses, son una orgía de ruido, guitarreos y distorsiones varias. Vamos, que no creo que me haga fan, pero para un concierto son fabulosos. El cuerpo te vibra entero mientras ves al batería como loco con las baquetas aporrear platillos y tambores. Al final, dedican su canción a “todos los que saben de qué va el rock & roll”. Yo tengo la respuesta para su caso: “Va de hacer mucho ruido”. Pero vamos, ya lo decían en “South Park”: ¿Qué puedes esperar de un canadiense?. Pues que hayan votado por correo, porque ayer (23 enero) celebraban elecciones generales en Canadá. Por cierto, han ganado los conservadores tras doce años de gobierno liberal (¿y esos liberales no son también conservadores? ¡Madre mía cómo está el mundo!)

The soundtrack of our lives, ( http://www.thesoundtrackofourlives.net/ ) es un sexteto de suecos que no parecen suecos. ¿Por qué? ¡Porque coño, ya es difícil que de seis ninguno sea guapo! Dejando atrás este momento de gran calado cultural, tengo que decir que el concierto ha sido magnífico, y además ha sido bastante fuera de lo común. Primero porque no es normal que el líder del grupo sea un señor de cuarenta y bastantes, de más de 120 kilos, y vestido como Demis Roussos, y segundo porque parece que tampoco se llevan ya los grupos tan numerosos.

El caso es que se han marcado un concierto largo, con bastantes títulos si tenemos en cuenta que han alargado mucho las canciones con guitarreos y distorsiones varias que hacían que los temas parecieran no tener fin. El guitarra parecía una especie de Roger Daltrey mezclado con los estilismos del último Elvis, en su etapa Las Vegas, y se ha exhibido con más cambios de guitarras que la Pantoja de batas de cola en una gala de TVE.

Mirad, ahí está, junto al cantante predicador, que gustaba de abrir los brazos al más puro estilo Ratzinger y que al final ha acabado por bajar del escenario al foso, donde ha dado su particular sermón de la montaña a los compases de una de sus mejores canciones (bueno, de las que a mí más me gustan), “Nevermore”.

Al final, balance requetepositivo del concierto, aunque he echado de menos que se decidieran a tocar una lenta, que no pasa nada, hombres de Dios (o de Lutero, que estos son protestantes, no?). En fin, que a falta de pan buenas son tortas, y por eso acabo con un trocito de una de esas lentas que a mí tanto me gustan. Esta es “In your veins”. Ah, gracias a Dani, que, como casi siempre, es el que me ha dado a conocer al grupo.

Trees are falling all around
Silence clouds are on the ground
Someone whispers in your ear
This is what you like to hear

I'm on your sideAnd
I am also blue
Cause I am still a child
And I know that you are too

24.1.06

Lo difícil es ser buen ciudadano

Este fin de semana he seguido con atención las negociaciones del gobierno con CIU para establecer un modelo de estatut para Cataluña (sí, pongo estatut porque me mola, y pongo Cataluña con eñe porque también me mola, y sólo hablo catalán en círculos privados). Un Artur Mas eufórico que se ve al frente de la Generalitat (porte tiene) y un Puigcercós (que también tiene porte) bastante menos contento. Mientras tanto, Rubalcaba aparece con pinta de no haber dormido en días (lo confirmaría en la entrevista que le ha hecho Francino en la SER) . Los ves así, en el telediario, y piensas: “Caray, esto es alta política, debe ser difícil ser político”.

Tú en cambio llevas otra rutina. Te levantas pronto para ir al trabajo, si lo tienes. Coges el coche, si lo tienes, y te metes en un atascazo enorme. Enorme en cualquier ciudad más o menos grande, mastodóntico si vives en Madrid. Pasas igual 30 minutos (o más) para llegar a tu trabajo, mientras observas grúas, tuneladoras, soterramientos, y sobre todo los carteles que anuncian las obras y que exhiben sin ningún pudor los presupuestos. Miles de millones de euros pasan por delante de ti, miles de millones en grúas, tuneladoras y soterramientos.

Tampoco las calles están mejor. Baldosas levantadas, mierdas de perro esparcidas, vallas que ocultan obras faraónicas en el centro…

¡Bah, gajes del ciudadano! Y de repente te paras a pensar y lo ves claro… ¡qué coño, lo difícil es ser ciudadano! Ahí estás tú, aguantando el atasco, sorteando obras, pagando impuestos… total para que hasta tirar la basura sea un suplicio.

Sí, ahí es donde quería llegar. El sábado hice acopio de papeles, cartas del banco (que dejen de mandarme ya cartas, coño, que lo miro por Internet!!) revistas y periódicos. Los metí en dos bolsas, los bajé hasta la calle (vivo en un cuarto sin ascensor y el papel pesa mucho) y los llevé al contenedor más cercano, que desde luego no está nada cercano. De verdad, hacer esto me cuesta cada día más. De hecho, estoy a punto de crear la insumisión moral, que consiste en no apiadarte de nada, algo así como que te dé por culo si se machacan los árboles para hacer papel porque aquí no se recicla o que acabes tirando las botellas de vino o el bote de espárragos con las mondas de naranja.

Que conste que no lo hago porque soy buena ciudadana, aunque esté a punto de dejar de serlo. Me está empezando a costar ser buena ciudadana tanto como al ayuntamiento colocar todos los contenedores de basura juntos: el de la basura orgánica, el de los envases, el de los vidrios y de el papel. Porque me revienta tener que separar todo y tener mil bolsas en mi casita de 58m2 y que ellos no tengan dos (m2) para poner un contenedor, no vaya a ser que quiten el aparcamiento a un coche, y me molesta que no lo hagan aún cuando les has llamado para solicitar ese contenedor que, para colmo, una vez existió y quién sabe por qué desapareció de su ubicación original.

El mismo sábado por la noche había quedado con unas amigas para que vinieran a casa. Al salir, me di cuenta de que me había dejado una caja de zapatos por tirar. La cogí para tirarla de camino, pero al llegar comprobé que tampoco en ese “pequeño basurero” había contenedores de papel o cartón. Levanté la caja, la arrojé con fuerza contra el suelo, pegué con rabia dos saltos sobre ella para aplastarla (e imaginariamente para aplastar a Gallardón) y la eché en el contenedor de los residuos orgánicos. Me sentí liberada de civismo, y me fui muy digna de allí, pero todavía me asalta el remordimiento de que lo que hice no era lo correcto.

¡Lo mío es ciudadanía de elite!

22.1.06

Las dos caras de la verdad

Johnny: Dime algo agradable.
Vienna: Claro. ¿Qué quieres que te diga?
Johnny: Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo.
Vienna: Te he esperado todos estos años.
Johnny: Dime que habrías muerto si yo no hubiese vuelto.
Vienna: Habría muerto si tú no hubieses vuelto.
Johnny: Dime que aún me quieres como yo te quiero.
Vienna: Aún te quiero como tú me quieres.
Johnny: Gracias (bebe). Muchas gracias.

“Johnny Guitar” (1954)

A veces la verdad escuece. Bueno, seguramente es mejor decir que a veces la verdad te hace sentir bien, porque normalmente a la gente le encanta ser sincero para joder. De algún modo esta cultura, sociedad o lo que sea ha colocado la sinceridad como algo virtuoso, sin darse cuenta de que casi siempre los malos rollos vienen por decir lo que uno piensa. Decir la verdad es un arma de doble filo, entre otras cosas porque todos podemos soltar nuestra verdad, y a lo mejor mola decir tus verdades, pero no mola tanto escuchar las que los demás tienen sobre ti.

La persona más partidaria de la sinceridad que conozco, la más dada a estos momentos “la hora de la verdad”, eso sí, sin adeenes o polígrafos de por medio, es mi madre. Mi madre te suelta unas verdades como puños. Bueno, como puños no. Como puñetazos. Directa al estómago, castigando el hígado. Pero con cariño, eh? Porque ella me quiere, y ya sabes, Silvia, quien bien te quiere te hará llorar. Sí, mamá, pero tampoco hay que pasarse…

Pero esta vez no ha sido mi madre, que la pobre, salvo sus ya sempiternos “con unos kilos menos estarías más mona” (mientras te planta el platazo de cocido ante tus narices), anda bastante calmada.

El viernes, en un momento, me soltaron dos verdades así, en seco. La primera: “Tienes una pinta fatal. Tómate Pharmaton complex, o algo”. ¡Madre mía, y eso que acababa de ir a la peluquería y me habían hecho un alisado estupendo! La segunda me pilló desprevenida, porque aunque estoy acostumbrada a que no guste mi trabajo, últimamente no recibo más que parabienes. Conversación:

EL SINCERO: ¿Y en qué programa estás ahora?
YO: En “Soy el que más sabe de televisión del mundo”.
EL SINCERO: ¡Hostias, qué puta mierda de programa!

Que conste que yo nunca dije: “En “Soy el que más sabe de televisión del mundo”. ¿Qué te parece?”. Pero la gente es así, no se corta un pelo.

Otros te dicen verdades a medias, como mis amigas Natalia y Mónica. Ambas han disfrutado de un emocionante viaje a Túnez, enfrentándose al más duro de los quehaceres del turista: el regateo. Yo en estos sitios al final no compro nada. Me molesta tener que pasar por esa liturgia de pelearme con el dependiente. Tengo demasiado orgullo, y si le bajo mucho y no me lo acepta, al final me acabo yendo de allí para no volver y encima quedarme sin lo que me gustaba. Sinceramente, me parece la práctica comercial más absurda del mundo. Al menos en este mundo del siglo XXI. A ellas parece habérseles dado muy bien, aunque no lo suficiente como para traerme aunque fuera un cochino imán de nevera. Eso sí, me han mandado una bonita postal

(esta que veis aquí) en la que me dicen, literalmente: “Qué hay, Silvi, (joder, Natalia, me REVIENTA que me llamen Silvi) te mandamos la postal solamente para que nos saques en el blog gafapasta wannabe”. Así, con dos cojones. Claro, luego, imagino que para maquillar el deseo, me escriben en la postdata: “Es broma, te la mandamos porque te queremos”. ¿Cuál es la verdad? No lo sé, pero Natalia ya tiene lo que quería.

Bueno, igual algo también me quieren, ¿no?

18.1.06

Love is in the air...

... y en una bolsa de patatas. Al menos es donde yo lo he encontrado en los últimos días. Unas encuentran a su príncipe azul en una rana, otros encuentran una señal en una canción de amor, algunos en una mirada persistente en el metro, y otras con menos suerte se encuentran un corazón de patata, que puede que no tenga nada que ver con el amor, pero sí es el gag perfecto de las imitaciones de Anne Igartiburu en "Homo zapping".

No sé si esto será una señal, bien de que voy a encontrar el amor, bien de que vigile las enfermedades cardiovasculares, o bien de que deje de comer patatas. De momento elijo la tercera opción y me pongo a dieta. Si me pongo estupenda seguro que lo encuentro, pero que sea algo más grande que una bolsita de Lay´s.

Tensión.

Eso es lo que le pasa a mi ojo derecho. Bueno, no sé muy bien qué le pasa, ni a mi ojo derecho ni a mí. El caso es que aparece de esta guisa, con pequeñas vibraciones y dolores intensos que se esparcen por el ojo y toda la cabeza, hasta hacerme saltar las lágrimas.

No sé por qué razón está así, como inyectado en sangre. No he mirado mal a nadie, ni quiero hacerlo, pero mi ojo se rebela, y me dice que basta ya de pantallas, que quiere dejar de ver haces de luz artificial y luces grisáceas, que quiere ver el marrón de las hojas secas, el granate de las que aún permanecen, resistiéndose, en algunos árboles. Que busque cielos, nubes, soles, estrellas, pero que deje de encerrarme en un mundo imposible.

Mi ojo no me conoce aún bien. No sabe que cada día tengo más miedo a todo, hasta casi a abrir la puerta del portal, que cada día me siento peor conmigo misma, que cada día me miro y no me entiendo. Y tampoco entiendo a los que me miran mejor que yo...

A lo mejor mi ojo quiere decirme algo. No sé si dejarle hablar o seguir encerrada en el mundo de las luces artificiales.

15.1.06

¡Los "Lauritos" están de fiesta!


Hoy he tenido fiesta familiar. ¿Motivo? El cumpleaños de Álvaro, que es éste niño tan mono de la foto y que además es mi sobrino y el hijo pequeño de mi hermana. Vamos, el pequeño de los "Lauritos". El motivo de este nombre es Laura, la mayor, y decididamente líder de esa familia. Es una niña de nueve años, decidida, con carácter y dispuesta a quedar siempre por encima de todos. Curiosamente hoy ha estado muy tranquila, pero no por eso le voy a quitar el puesto de jefa y a borrar su nombre de la dinastía, ¿no? Lo cierto es que Álvaro ha eclipsado también a Raulito, el showman de la prole. Supongo que estaba en baja forma, o que claro, para un niño es doloroso ver que el otro usurpa vilmente la atención de los demás. Pero es que hay que reconocerque el jodío niño (Álvaro) se lo ha ganado. Es cariñoso, risueño, y encima está empezando a hablar fluido. Yo, que en general tengo buen oído, tanto para la música como para los idiomas, tengo dificultades con las lenguas "a priori" fáciles, como por ejemplo el italiano, el portugués o el infantilés (¿cómo se llama sino el lenguaje de los críos?), de modo que mientras mi hermana mantiene con él una conversación fluida, yo no le entiendo nada, con la considerable frustración para el pequeño. Alvarito ha sido agasajado como se merecía (incluso más, porque en mi casa lo de los regalos empieza a ser algo preocupante), y tengo que decir que ha resultado ser un cumpleañero agradecido, y de momento no ha pedido el ticket para ir a montarla a los almacenes del triángulo verde. También es verdad que la mayoría de los regalos "textiles" venían del H&M (¿Cómo va mi solicitud de pagos por publicidad, señores suecos?), y casaban a la perfección con el estilismo del homenajeado que, al final, ha optado por un modelo dos piezas formado por calzoncillo rojo (boxer) y camiseta de tirantes con el estampado de un batman. Todo en color rojo. La salida del chaval vestido de esta guisa ha provocado grandes Ohhhh de satisfacción, que hubieran sonrojado a cualquiera que hubiera vivido este momento y fuera ajeno al babeo familiar. ¡Una bonita tarde de sábado regada con buen cava (catalán, faltaría más) y viandas en abundancia! (en mi casa lo de seguir una dieta también comienza a ser algo preocupante). Próximamente, nuevos cumpleaños.

14.1.06

Lo malo de ser anglófila…

… es que al final se te pega todo. No sólo su literatura, su cine y su música, también sus supersticiones. La verdad es que no me he dado cuenta hasta mediodía, pero ha sido un perfecto día de viernes 13.

He empezado el día levantándome a las 06.00 de la mañana, que ya es bastante desgracia. Me he duchado, me he vestido, he dado de comer a Salsa, he contestado un email y he salido ya con prisas. Según he cerrado la puerta, he pensado que me había dejado el móvil. He rebuscado. No, estaba ahí. No sé por qué tengo una tendencia enfermiza a pensar que me olvido las cosas, probablemente porque me olvido las cosas.

La mañana (según Florenci Rey) estaba fría, así que tras conectar el i-pod y empezar a escuchar “Hometown waltz”, me he puesto mis estupendas manoplas de colores compradas en el H&M (¿me dan algo por nombrarles, señores suecos de H&M?) y he echado a andar. Duda existencial: ¿Cojo el metro, me arriesgo con el bus o directamente pillo un taxi y me tomo un café por Goya mientras espero? No me da tiempo a pensarlo mucho. Llega el 30 y parece que no hay mucha gente (ojalá tampoco haya muchos coches). ¡Vaya, casi no lo cojo! Me quito las manoplas y meto la mano en el bolsillo del plumas para buscar la carterita de las llaves, donde tengo el metrobús. No está en ese bolsillo. ¡Vaya por Dios, estará en el otro!. Busco en el otro, ahí sólo está el i-pod. Vale, lo habré metido en el bolso. ¡Mierda, con lo que me cuesta encontrar las cosas en este bolso tan grande! Comienzo a rebuscar y no la encuentro. Me subo el plumas y tampoco está en el bolsillo del vaquero. ¡ya está, en los bolsillos externos del bolso! Pues no, tampoco. Pierdo la paciencia, saco un euro del bolsillo y se lo tiendo al conductor. No me da vuelta. Miro la tarifa… ¡1 euro! ¿Será posible? ¿166.6 pesetas por subirte en el autobús? ¡Me cago en la subida del petróleo!

Hay un sitio, pero no lo uso para sentarme. Dejo la bolsa llena de cintas dvcpro, dvcam, minidv… el cuaderno de minutados y el bolso, y empiezo a buscar bien por el bolso. El libro de Jonathan Safran Foer que estoy leyendo, la entrevista de Safran Foer a Jeffrey Eugenides, autor de esa maravilla que es Middlesex y que, al igual que Rufus, merece entrada nueva. La cartera, las pinturas, los tampones, los kleenex, las manoplas… ¿Dónde coño están mis llaves? Para ese momento ya estoy convencida: las he perdido. Recojo todo del asiento (porque además todo el mundo me empuja) y me siento. Me muero de calor. Sudo. Suena “Waiting for a dream”. No, este momento no puede estar acompañado de esa música. Apago el i-pod.

No me doy por vencida y busco de nuevo en el bolso. Se me cae la bolsa de las cintas y el cuaderno. Me desespero y de repente pienso que me he dejado las llaves puestas. Llego tarde. Me muero de calor y me estoy empezando a marear. Me bajo del autobús y me echo a llorar. Suspiro y cojo un taxi. Vuelvo a sacarlo todo del bolso. Ni rastro de las llaves. Llego a mi destino. Al momento llega Juanma, mi compañero. Le cuento lo que me ha pasado. Se ofrece a llevarme de nuevo a casa, pero me da mal rollo, tenemos trabajo. Al final llamo a mis padres. Les despierto. Les cuento lo que pasa y les piso que suban a ver si las he dejado. No me he dejado las llaves puestas, pero las he perdido. Bueno, no pasa nada, mis padres y hermanos tienen copia, yo tengo más en casa y no había nada en la carterita que pudiera revelar mi identidad o domicilio, pero me he pasado el maldito día dándole vuelta a las llaves y a cómo he podido perderlas. Cierto es que me gusta hacer un drama de todo, pero perder u olvidar algo importante me hace sentirme imbécil, inútil, tonta.



Las malditas llaves me han abierto la puerta a un mal día, culminado por un terrible dolor de cabeza. Menos mal que ya es 14.

12.1.06

Próximamente… resúmenes anuales

Sí, siguiendo en mi línea de mediocridad más absoluta, pretendo hacer mi resumen con lo mejor del año, como tó quisqui. No pretendo sentar cátedra ni nada parecido, es probable que a la mayoría del mundo lo que yo veo, leo o escucho les parezca una mierda. Pero resulta que:

1. Me da exactamente igual lo que opinen los demás (vale, no es cierto, me importa muchísimo, pero me encanta ponerlo).
2. Me gusta sentirme como el típico periodista guay que planta sus opiniones ahí, creyendo que todos se saltarán las de los demás para ir primero a ver las suyas.

Así que poco a poco (espero acabar el resumen 2005 antes de marzo) iré contando qué libros me han gustado, qué discos me han hecho vibrar (frase manida, pero que tomada literalmente vale, porque me han vibrado los conductos auditivos de lo lindo, igual que las cuerdas vocales), de qué conciertos he salido con las rodillas rotas de saltar y con la voz destrozada de los berreos y con qué películas he disfrutado. También podría hacer un ránking de los modelitos que me he comprado este año, de los trabajos que he tenido (oye, para llegar del 1 al 4 tengo), de los pollos más memorables que he montado en negocios o instituciones diversas, pero de momento dejémoslo en los momentos gafapasta, para hacer honor al nombre del blog. Quiero empezar con Rufus Wainwright, alguien capaz de darle la vuelta a tu vida.

Pero eso será mañana. Antes, un adelanto: su página web. www.rufuswainwright.com y un poquito de una de sus canciones:

"I just want to knowIf something's coming for to get me
Tell me, will you make me sad or happy.
And will you settle for love? Will you settle for love?"

Buenas noches. Me voy a dormir con Salsa (mi gata) y con Rufus.


11.1.06

Despedidas laborales

Es chungo esto del trabajo. No sólo porque pierdes muchas horas al día que no te permiten hacer las cosas que de verdad te apetecería hacer, o porque a veces te toca pasar ocho horas (o más) con alguien que ni siquiera te cae bien en vez de hacerlo con tu pareja, tus hijos o tu familia, sino porque encima ves pasar gente a tu alrededor a la que llegas a querer, y que de repente se pira sin dar muchas explicaciones. La frase de la semana es:

- "Me voy a la sexta".

Y se van. Y lo peor es que te alegras. Te alegras por ellos, que van a ganar más, o que van a estar más cerca de su casa, o que van a hacer algo que les gusta más. Además, tampoco les puedes culpar, porque tú también lo has hecho. Yo he abandonado dos veces a Oscar, y otras dos veces a mis compañeras de Canarias, y siempre se han alegrado por mí. Y yo por ellos. Así que... Ana, Quique, me alegro por vosotros, pero me cago en la sexta.


Eso sí, ahora ya no tendré a nadie que me diga a las 11.00 "¿Dónde comemos? y que sea capaz de comer tres toneladas de comida diaria. Pero no te preocupes, mantengo abierta la matrícula para la "Escuela de sirenas".

5.1.06

Nueva crónica Real

Ya decía ayer que no es fácil ser rey mago. No es sólo el esfuerzo que hay que hacer económicamente hablando (que la gente se cree que eso llega de gratis, y tuvimos que vender todas las minas de oro, ceder el incienso para hacer barritas aromáticas y la birra para la Oktoberfest de Munich), es que además hay que ser un verdadero mago para acertar con los regalos. Y eso lleva tiempo, dedicación y sobre todo amor, mucho amor. Lo que no es de recibo es ir, ya de relax, satisfecho del deber cumplido, paseando por la FNAC y escuchar esta conversación:

REY MAGO INÚTIL: "Es que no sé qué libros comprar, no sé cuál le gustará".
REY MAGO CABRÓN: "Bah, coge cualquiera y luego ya lo cambiará"

Lo que tiene que hacer es cambiar, sí, de novio y de amigos. ¡Habráse visto, por eso la corona está tan desprestigiada!

La verdad, estoy pasando un mal momento, tamaña falta de delicadeza me hace pensar si yo, con corona y todo, acabaré recibiendo un ejemplar de _El código Da Vinci_. Como eso ocurra me voy a poner más borde que Posh con Anita "yo sí leo libros" Obregón.



Por favor, una tía tan absurda y tan chalada como Victoria se merece todo mi apoyo y todo mi amor, porque si algo hay difícil es ser aún más hortera que la Obregón, sólo que más joven, o sea, con más tiempo de desarrollar esa petardez. Victoria, mucho cuidado, que como dice mi madre, Pa´llá vas! Pongo la foto de Vicky para que Dani no se queje (vale, vale, ya pondré de Winslet y de Connelly). Ya, ya sé que hablé de esto ayer, pero me gustan estas dos chicas, seré un rey mago verde. (¡No, joder, el papa Noel de Amena no!)

Y me voy a dormir, que de tanto cargar regalos pillé lumbago, y ahora de tanto entrar y salir del metro a la calle y de la calle a los grandes almacenes del triángulo verde me he acatarrado y ando incubando la gripe.

4.1.06

¡Qué difícil es ser Rey Mago!

A sólo unos días de la llegada de la santa fiesta de la Epifanía, sus majestades se preparan cargando los regalos para millones de niños en las alforjas de sus camellos. Los tiernos infantes se preparan para tan bello día cargados de ilusiones y con las sinceras promesas de comportarse mejor.

(fuera la voz del No-Do, please)

No, no y no. A sólo unos días del jodido día de Reyes, este rey mago se siente estresado y agobiado. No es fácil eso de ser Rey, todo el mundo pide, pero no se da cuenta del esfuerzo. No me extraña que el Rey (el de verdad de aquí), estuviera harto y pasara de posar con los nietecitos, especialmente con Froilán, que igual le casca.

Lo dicho, que ser Rey Mago no es ninguna bicoca. Además, Otro colega rey anda ya algo mayor, con lo cual me he encasquetao también sus regalos, y me paso el día del tingo al tango, comprando y guardando tickets como el que guarda un incunable del siglo XIII. Y las tiendas no lo ponen fácil. La verdad, era más fácil lo del oro, el incienso y la birra (si no hago el chiste malo exploto).

Claro, tú vas cargado con tu manto (aka plumífero tres cuartos, el armiño está muy pasado), sudando, y de repente llegas a la FNAC a por unos títulos. ¡¡Dios mío, los han colocado por géneros!! Y yo buscando _Troya_. ¿Bélico, acción? Porque histórico no hay (tampoco es que la peli lo sea). Si es que son ganas de complicar y de pagar el parking del camello innecesariamente ¿Pero no es más fácil ponerlo por títulos?

Todo son problemas. Llego a la tienda del triángulo verde. Mucho ojito, los comerciantes son capaces de timar hasta a un pobre rey mago. Últimamente se han sacado de la manga eso del ticket regalo. Huid de él como de la peste. Dejad a vuestros súbditos el ticket normal, o de otra manera les darán la odiosa tarjeta regalo, que puede acabar en cualquier mano, e incluso aunque hayáis pagado al contado os dirán que no os devuelven el dinero porque ese ticket regalo no les permite ver cómo ha sido pagado. ¡Hay que ser ladrón! Señor Isidoro, presidente de la empresa del triángulo verde… ¿es necesario ser tan rastrero siendo la primera empresa (o de las primeras) del país? ¡Devuélvame mi dinero y déjese de zarandajas! Y a ver si forma a sus empleados, que la mitad no saben dónde se andan, los pobres…

En fin, ya he acabado el aprovisionamiento y sólo queda el suministro. Veremos cómo acaba la cosa, porque todos los años es lo mismo. Cartas no me llegan, y los comentarios son los de siempre: “No necesito nada”, “Lo que tu quieras”… sí, sí, lo que tú quieras, y luego te miran con unos caretos que ni Victoria Beckham a la Obregón (44 años dice que tiene. ¡Tendrá valor la tía!).


Y yo… empezar contando mis desdichas de rey mago y acabar hablando de la (tercera) edad de la Obregón. Para comprobación, aunque la IMDB no sea infalible… http://www.imdb.com/name/nm0643505/
Y bueno, un entrecomillado del _Hola_, que eso sí que es infalibre. Pie de foto del posado de Anita de este verano: “Ana Obregón demuestra que los años no pasan por ella, ya que sigue luciendo a sus cincuenta años un físico espectacular.”

¡Houston, tenemos un problema!

Las relaciones con los Reyes Magos no van bien, y ya no hay tiempo para negociaciones. Parece que Baltasar no está conforme con una de las peticiones: no le gustan las marcas de zapatos que pido, especialmente la más cara. La verdad, no entiendo a Baltasar, tiene una lista enorme de cosas, pues que me traiga otra cosa que no sean los zapatos!!

Además… ¿Desde cuando los reyes Magos opinan? Oiga, limítese a seguir la estrella, aparcar bien el camello y trepar hasta donde convenga y guárdese las opiniones. La verdad, los Reyes Magos ya no son lo que eran. Antes querían que los niños fueran felices con sus regalos… ahora además quieren que les gusten a ellos. ¡No señor, así no son las cosas!

Es que no sé por qué los Reyes Magos de la familia Martínez (sobre todo Baltasar) son raros. De algún modo tienen la sensación de que un libro no es un regalo bueno, lo ven como poca cosa, y claro, para mí que oyen a mi madre “¿pero es que no puedes quitar alguno?”. El caso es que ellos se marcan un presupuesto y lo llenan con un regalo. Vamos a ver, Baltasar, si con un libro no completas el presupuesto, pónme cinco, que me van a encantar.
¡Santo Dios, serán magos, pero más duros de mollera...! ¡Ya queda poco, así que a ver si me voy a cabrear y pongo el anís de garrafón!




Vamos que no son monas las botucas… caras como un demonio, pero bonísimas!!

2.1.06

¡Feliz 2006 desde Madrid!

Sinatra le cantaba a la ciudad que nunca duerme. No sé si Madrid entra dentro de esa categoría, seguramente sí. Da igual el día que sea, si quieres no dormir en Madrid, seguro que lo consigues. Pero vamos, si no se duerme es, tambiénm, por el ruido de las obras y por lo pronto que hay que levantarse para evitar los atascazos provocados, precisamente, por las obras.

Claro, que esto al final acaba teniendo su gracia. Yo ya he inventado el “On construction tour”, que consiste en coger a un foráneo y llevarle a dar una vuelta por las obras de la villa y corte. Lo hice hace unos días con mi ex novio, que vino a Madrid de vacaciones (hay que ser muuuy masoca para venirse de vacaciones aquí, pero es que él es rarito ;) . Como también le llevé a ver la grabación del programa y tengo que ir desde Moratalaz a Ciudad de la imagen, decidí que cogeríamos un taxi. Pobrecito. Él, que es ingeniero de obras públicas de carrera, aunque haga tiempo que no “ejerza”, se quedó como si estuviera viendo a alguien tratar de construir el metro encima de un pantano (bueno, Gallardón seguro que puede). Le he pedido expresamente que rememore sus impresiones, y esto es lo que me ha escrito:

“Pues la M-30 parecía la montaña rusa de las autovías, repleta de subidas y bajadas, líneas pintadas sobre el asfalto que parecían vías por las que descarrillar, la anarquía típica del conductor madrileño en todo su esplendor, colas, asedio de obras a babor y estribor y unos carteles con tantos ceros en su presupuesto que uno se pregunta si de verdad hay gente muriendo de hambre en el mundo ahora mismo, cuando aquí mismito tenemos tantos miles de millones de euros que gastarnos en frikadas”

Si todo el mundo sale con la misma cara de flipar, igual me forro con la idea. De momento, un feliz año desde la casticísima Puerta del Sol, en todo su esplendor (de luz y color y… cómo no, de obras!)